Cosas

¿Es la soledad un destino adecuado? Recuerdo cuando estaba en la adolescencia, en esa etapa casi gritaba a los 4 vientos que quería estar solo toda mi vida, lo decía con rabia, con resentimiento. Luego a los 18 años conocí el amor, de una forma rara, ¿inmadura, tal vez?, en fin. En lo que a mí respecta fue amor, probé en cierta forma del sabor de eso, que hermoso fue en aquél entonces, luego terminó.

Desde ahí comprendí que la soledad es una cosa horrible, sí, es horrible, no tiene gracia, tiene su placer en ciertos momentos, pero tenerla siempre desde que te levantas hasta que te acuestas, estando consciente de ello mientras caminas al trabajo, mientras estás sentado en la oficina trabajando y las horas pasan y pasan. No, he llegado a sentirme vacío, la vida no tiene un sentido, y es peor cuando llegas a casa y todo es un caos, más preocupaciones, más enojos, más faltas, deudas.

"¡Qué viva la soltería!", gritan algunos, muchos tal vez. Y sí, puede que nos sumergimos en el placer, ¿Pero cuánto dura ese placer? Dos horas, una tarde, una noche. ¿Y después?....Y después...Se convierte en un ciclo, en volverlo a hacer cuando te da ganitas.

He visto a gente ya mayor viviendo en la soledad, pero por más "sabiduría" o experiencia que puedan tener siempre tienen un lado o una fama de ser personas de mala leche, de intratables, de "especiales". En fin. ¿Ese destino me espera a mí también? ¿Nos lo espera a los que estamos solos?

Tenía tanto para escribir, pero ahora me nublé.

Hasta pronto.


"Por qué no votaré por Alberto Fujimori" por César Hildebrandt

[Por esto y muchas otras cosas más, yo tampoco votaré por él]


Artículo de la sección MATICES del semanario "Hildebrandt en sus trece" N° 293.

Por qué no votaré por Alberto Fujimori


No votaré por Keiko Fujimori porque votar por ella es, en realidad, votar por su padre. 

Keiko Fujimori no existe. Es uno de los seudónimos del reo. Es como decir Luz Salgado, una de las entidades que esconden al asesino y ladrón que fundó la dinastía. Es como decir Martha Chávez.

El fujimorismo es una unanimidad compacta, un modo masivo y sombrío de mirar el mundo. El fujimorismo es nuestro modo de ser norcoreanos.

No votaré entonces por Alberto Fujimori porque así no votaré por la gentuza que apoyó el golpe de Estado, que celebró las ejecuciones extrajudiciales, que no dijo una palabra cuando las instituciones fueron devoradas, que avaló el fraude del año 2000. No votar por Alberto Fujimori es no votar por lo más supurado del Perú.

La vieja derecha, la de siempre, la que sigue diciendo que la reforma agraria no debió hacerse, está feliz con el regreso de Alberto Fujimori. Espera, claro, que le paguen los bonos de la reforma y que las asignaciones de obras públicas vuelvan como en la época de J.J. Camet presidiendo la repartija.

¡Qué voracidades acechan ante el más que posible regreso al poder de Alberto Fujimori!

Para empezar, la lista de prófugos familiares y afines está allí, a la espera de que jueces pertinentes los prescriban, los absuelvan, los borren de fichas de Interpol.

¿Qué planes tendrá Ernesto Schütz Landázuri para Panamericana TV? ¿Y cómo se aplicará el talento de Daniel Borobio, de vacaciones en Chile por ahora? ¿Reivindicarán a Blanca Nélida Colán? ¿Qué embajada le espera a la Chávez? ¿Kerosene tendrá algún cargo en Interior? ¿A qué geisha pondrán en el 7?

En Eisha se frotan las manos, salivan de más. Están seguros de que la aburrida y revoltosa democracia terminará con Alberto Fujimori retornado. "Los buenos tiempos están a punto de volver", deben estar diciendo. En efecto, si la democracia es el territorio de la duda y, a veces, el laberinto del consenso arduamente buscado, el fujimorismo es la democracia entendida por un sátrapa, de esos que no vacilan en poner la bala donde otros ponen palabras suasorias. Alberto Fujimori redimido volverá con toda plenitud de hombre fuerte, de macho que no teme al que dirán. De modo que ya saben los protagonistas de los más de 200 conflictos sociales en estado de latencia: lo que viene es que Tía María va y que Conga va porque somos un país minero, ¿entendiste, Paco Yunque? ¿Entendieron, mamarrachos instigados por las ONG rojas, esas que Chlimper mandaría a cerrar? La derecha de Kapala sueña con King King gobernando Nueva York y con Alberto Fujimori gobernando el Perú.

¿Pero es que no podemos concederle al fujimorismo la posibilidad de haber cambiado, oiga usted?

No. Porque no ha cambiado. Si hubiese cambiado, habría hecho un examen de conciencia y nos habría pedido perdón por lo arrasado y lo ensuciado y lo matado. Pero el fujimorismo no sólo no ha pedido perdón: se jacta de su pasado, vive y se nutre de él, llama faltas a los delitos y quiere hacernos creer que Montesinos fue el autor de los crímenes y los robos mientras Fujimori se dedicaba a gobernar. Pero resulta que el leal Montesinos robaba para la camarilla y compraba diputados para la camarilla y sacaba dinero del presupuesto de defensa para que los hijos del jefe de la banda estudiaran en los Estados Unidos.

No, no votaré por Alberto Fujimori el 10 de Abril.


"Votar por la derecha es un suicidio" por César Hildebrandt

Artículo de la sección MATICES del semanario "Hildebrandt en sus trece" N° 294.

Votar por la derecha es un suicidio 


Están asustados. Ahora quieren el triunfo en primera vuelta. No vaya ser que la roja, la chola igualada, la comunista le gane a su representante en el ballottage.

Si la derecha peruana fuera letrada y simpática, qué país sofisticado tendríamos. Pero es un hecho que tenemos la derecha más hirsuta de Sudamérica, la menos dispuesta a hacer concesiones, la menos hábil para releer el mundo que se ha creado en estas últimas décadas.

Cuando la Unión Soviética y el imperio del Pacto de Varsovia implosionaron, la derecha peruana, que había leído las solapas de los libros de Fukuyama y había hecho su "culturita" en las charlas de Enrique Chirinos Soto, creyó que el mundo se detenía, que el debate había terminado y que un solo libreto se impondría en el gran teatro del mundo.

Pero después han sucedido cosas importantes. Una de ellas, la de mayor relevancia, es el reconocimiento científico y mundial de que el planeta se está muriendo y que la era antropocénica en la que entramos nos pone ante el desafío de la sobrevivencia.

No hay posibilidad alguna, desde un punto de vista racional, de continuar con este modelo devastador de desarrollo mundial depredador y bestial. No hay posibilidad alguna, desde la ética social, de seguir alentando el consumismo que nos hace cada día más ansiosos por las naderías. No hay posibilidad alguna, desde la prospectiva estadística, de continuar con esta dependencia de los hidrocarburos.
No hay posibilidad alguna de seguir teniendo como paradigma sacro el modelo que nos obliga a crecer tanto por ciento al año a costa de contaminarlo todo con el miasma del llamado progreso. No hay, en suma, modo alguno de seguir creyendo que el capitalismo salvaje nos sacará del abismo al que nos ha arrastrado. No habrá solución planetaria sin consensos próximos al socialismo, entendido este, precisamente, como la primacía de lo comunitario.

El mundo, tarde o temprano, se dirigirá a nuevo rumbos. Hay ya pequeñas ciudades en Europa que tienen su propia moneda comunitaria y que están logrando contratos sociales novedosos basados en la conservación del ambiente y en la reivindicación de aquella utopía olvidada por las hienas: la paz social, la concurrencia libre de intereses, la búsqueda de la felicidad. Hay economistas, cada día más importantes, que pregonan el "no crecimiento" como una solución futurista que tendría que haber empezado ya. Y hay en todo el mundo una ola de desasosiego y rabia causada por la creciente desigualdad que el liberalismo sin conciencia no ha hecho sino acrecentar.

El mundo, en suma, no puede seguir estando en manos de banqueros ladrones, corporaciones sin ley, jefes de gobierno al servicio del crimen y de las guerras.

En medio de todo este debate que atañe a lo que pasará con nuestros nietos, la derecha peruana aparece como un personaje de Bryce, una señora huachafa y aterrorizada porque alguien habla de cambiar la Constitución que se armó tras el golpe de Estado. Sí, esa Constitución que dice que lo privado es absoluto y que el Estado minimalista debe abandonar sus obligaciones nacionales de arbitraje y tuición social. El imperio del hampa empresarial se construyó también bajo su sombra.

La derecha peruana lee "Perú21" y cree que allí están todas las respuestas. Lee "El Comercio" y cree que Roberto Abusada es un experto desinteresado. Lee a Carlitos Adriazén y suspira de alivio. Lee a Arturo Salazar Larraín y ya no necesita visitar museos. Está loca la derecha peruana. Ignora lo que se cocina en el sur, no tiene la menor idea de la indignación que producen sus medios concentrados, su terquedad ígnara, su desprecio, el egoísmo de clan de sus propósitos, su fujimorismo manchado de sanguaza, la espesa niebla con la que pretende cancelar todo debate y llamar "populista" o "rojo" a todo aquel que no toque ese mismo vinilo que no cesa de sonar.

Fue la derecha peruana la que produjo a Sendero Luminoso. Y si Velasco Alvarado no hubiese hecho la reforma agraria, Sendero Luminoso habría tenido el apoyo de grandes masas resentidas por el gamonalismo serrano. Fueron esos campesinos favorecidos por Velasco los que, a la postre, decidieron la derrota de Guzmán y sus huestes asesinas. Es tan ciega y tan torpe la derecha peruana que ni siquiera pudo darse cuenta de eso.

Votar por la derecha es votar por lo que nos ha postrado y desintegrado como nación. Votar por la derecha es votar por el Perú de las derrotas, del aire viciado, del conformismo que oxida. La derecha es el pasado que se niega a morir. Es la vieja actriz que luchará con todos sus trucos y todos sus escotes para no salir de escena. Y si la izquierda ha aprendido la lección y ya no postula que Cuba es el paraíso, si ya no dice que la Venezuela de hoy es un ejemplo, si ya no cree que la responsabilidad fiscal es una tontería ni sostiene que la inversión privada es prescindible, entonces es que el tablero está definido.