"Por qué no votaré por Alberto Fujimori" por César Hildebrandt

[Por esto y muchas otras cosas más, yo tampoco votaré por él]


Artículo de la sección MATICES del semanario "Hildebrandt en sus trece" N° 293.

Por qué no votaré por Alberto Fujimori


No votaré por Keiko Fujimori porque votar por ella es, en realidad, votar por su padre. 

Keiko Fujimori no existe. Es uno de los seudónimos del reo. Es como decir Luz Salgado, una de las entidades que esconden al asesino y ladrón que fundó la dinastía. Es como decir Martha Chávez.

El fujimorismo es una unanimidad compacta, un modo masivo y sombrío de mirar el mundo. El fujimorismo es nuestro modo de ser norcoreanos.

No votaré entonces por Alberto Fujimori porque así no votaré por la gentuza que apoyó el golpe de Estado, que celebró las ejecuciones extrajudiciales, que no dijo una palabra cuando las instituciones fueron devoradas, que avaló el fraude del año 2000. No votar por Alberto Fujimori es no votar por lo más supurado del Perú.

La vieja derecha, la de siempre, la que sigue diciendo que la reforma agraria no debió hacerse, está feliz con el regreso de Alberto Fujimori. Espera, claro, que le paguen los bonos de la reforma y que las asignaciones de obras públicas vuelvan como en la época de J.J. Camet presidiendo la repartija.

¡Qué voracidades acechan ante el más que posible regreso al poder de Alberto Fujimori!

Para empezar, la lista de prófugos familiares y afines está allí, a la espera de que jueces pertinentes los prescriban, los absuelvan, los borren de fichas de Interpol.

¿Qué planes tendrá Ernesto Schütz Landázuri para Panamericana TV? ¿Y cómo se aplicará el talento de Daniel Borobio, de vacaciones en Chile por ahora? ¿Reivindicarán a Blanca Nélida Colán? ¿Qué embajada le espera a la Chávez? ¿Kerosene tendrá algún cargo en Interior? ¿A qué geisha pondrán en el 7?

En Eisha se frotan las manos, salivan de más. Están seguros de que la aburrida y revoltosa democracia terminará con Alberto Fujimori retornado. "Los buenos tiempos están a punto de volver", deben estar diciendo. En efecto, si la democracia es el territorio de la duda y, a veces, el laberinto del consenso arduamente buscado, el fujimorismo es la democracia entendida por un sátrapa, de esos que no vacilan en poner la bala donde otros ponen palabras suasorias. Alberto Fujimori redimido volverá con toda plenitud de hombre fuerte, de macho que no teme al que dirán. De modo que ya saben los protagonistas de los más de 200 conflictos sociales en estado de latencia: lo que viene es que Tía María va y que Conga va porque somos un país minero, ¿entendiste, Paco Yunque? ¿Entendieron, mamarrachos instigados por las ONG rojas, esas que Chlimper mandaría a cerrar? La derecha de Kapala sueña con King King gobernando Nueva York y con Alberto Fujimori gobernando el Perú.

¿Pero es que no podemos concederle al fujimorismo la posibilidad de haber cambiado, oiga usted?

No. Porque no ha cambiado. Si hubiese cambiado, habría hecho un examen de conciencia y nos habría pedido perdón por lo arrasado y lo ensuciado y lo matado. Pero el fujimorismo no sólo no ha pedido perdón: se jacta de su pasado, vive y se nutre de él, llama faltas a los delitos y quiere hacernos creer que Montesinos fue el autor de los crímenes y los robos mientras Fujimori se dedicaba a gobernar. Pero resulta que el leal Montesinos robaba para la camarilla y compraba diputados para la camarilla y sacaba dinero del presupuesto de defensa para que los hijos del jefe de la banda estudiaran en los Estados Unidos.

No, no votaré por Alberto Fujimori el 10 de Abril.


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